Mucho se había dudado de la necesidad de rehacer clásicos icónicos del cine. Más aún cuando se trataba de una pieza casi inamovible e insuperable de la memoria histórica de las grandes películas musicales. Sin embargo, en la época en la que las piezas culturales audiovisuales más exitosas son secuelas, refritos, adaptaciones y reimaginaciones, una —no tan— pequeña reinterpretación de cierta historia, sesenta años después, no parece tan descabellada después de todo. Pero el solo hecho de ser un musical ya hace presionar el freno a más de una persona. Y ni el mismo Steven Spielberg(icónico director de Tiburón,Jurassic Park, E.T.y Schindler’s List) puede convencer al espectador casual de ver su primer intento en filmar un musical.

Pero resulta curioso: para West Side Story, ese aspecto melódico es solo una parte del espectacular conjunto que la compone. Al nacer de una clara interpretación de la clásica tragedia amorosa, Romeo y Julieta, la historia aquí es solo parte del enorme conflicto que llega a detonar la locura entre dos tórtolos perdidamente enamorados. De ahí, el contexto alrededor de Tony y María será el escenario perfecto para profundizar en temas más allá del amor entre dos personas. Algo así como un desencadenante que tiene repercusiones importantes en las vidas de quienes tienen alrededor.

West Side Story, el baile del gimnasio. 20th Century Studios.

En su nueva interpretación, haciendo claros cambios en ciertos momentos, pero con un tremendo respeto por el material original, Spielberg decide elevar el sentido de pertenencia de los personajes al enmarcarlos (metafórica y literalmente) en las ubicaciones que los identifican. En pocos minutos, se establece el conflicto de la ciudad y sus habitantes y la clara idea de qué sucedería cuando todo se derrumba a los alrededores (contado de manera silenciosa en el brillante plano secuencia inicial). La escenografía también cuentan una historia; son múltiples capas de significación. Ahí, entra historia de manera visual, donde Spielberg le hace honor al título en español, “Amor sin barreras”, y poco a poco va desmoronando esas barreras planteadas al principio; incluso, aquellos que quieren mantenerlas, perecen.

En la West Side Storyde este año, cuentan por igual los momentos de alegría y tristeza, de sonido y de silencio. La delicadeza con que se desarrollan los personajes a través de sus cuidadosos diálogos hace que la historia transmita más profundidad de la que ofrece en su superficie. ¡Pero y qué superficie más bella de ver! Es de ponerle cuidado a los encuadres, ángulos y movimientos de la cámara. Cada segundo de la imagen subraya e intensifica lo que sucede dentro de cada momento de la historia. Se trata de una clásica y pulidísima narración cinematográfica que pretende seguir el viaje de los personajes y las herramientas creativas que aprovechan para vivir sus dramas, internos y externos.

Ariana DeBose es Anita y David Alvarez es Bernardo, en el número musical America. West Side Story, 20th Century Studios.

De ahí, las canciones son las tildes que acompañan el desarrollo de la narrativa, la cual transcurre a un ritmo envidiable, de cautelosa suavidad, ayudado por la cadenciosa música instrumental, siempre oportuna. ¿Cómo no querer bailar con la impresionante “America”y sus alegres trompetas o caer enamorados con los duetos de “One Hand, One Heart” y“Tonight”? Este último coreografiado (sin que haya baile), de manera magistral, entre los barrotes de hierro que separan a los amantes y que, conforme más se acercan uno al otro, logran dejarlos atrás (un verdadero amor sin barreras). Más allá, el peligro es inminente entre los Jetsy los Sharks, pero de manera interna entre los grupos, también, con una rendición impresionante de “Cool”, que consigue elevar al máximo el sentimiento de peligro y de conflicto entre dos visiones de mundo diferentes y la manera en que se podrían manejar los acontecimientos del “barrio”.

Mike Faist es Riff y Ansel Elgort es Tony en West Side Story, 20th Century Studios.

Es cuando el melodrama de la historia cae en una realidad interna más cruda y de nuevos matices, entre momentos de tremenda personalidad musical, pero con profundos silencios que ahondan en las rupturas del estatus quo. Ese que Riff y Bernardo quieren mantener a como dé lugar, sin darse cuenta de que el cambio está presente y ellos deben ser parte de él, o solo ser víctimas de su propia terquedad. De igual manera, nunca fue el mejor momento para Tony y María, víctimas de los tiempo de cambio, quienes estaban destinados al romance más corto, pero más intenso y especial posible.

Territorio de los Jets en West Side Story, 20th Century Studios.

Entonces, West Side Story, de la mano de tan experimentado director, encuentra una razón de ser, luego de haber sido blanco de dudas y especulaciones sobre su calidad. La sorpresa está en que los componentes de imagen, música, montaje, movimientos de cámara y elecciones actorales elevan la historia como un conjunto nuevo que llega a una época contemporánea, pero lleno de matices clásicos. Eso se nota en términos fílmicos y narrativos, para presentar lo que una vez fue historia particular, pero hoy puede verse como el rescate de los conflictos que llevan a mejores ideas, sustentadas por la base principal de todo, aquello que supera cualquier barrera y riña entre posiciones, ideas y culturas: el amor.

10/10

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