Consideren esta reseña como un lamento por las ideas originales. Aquellas que son pasadas por algo o completamente ignoradas por el gusto hacia las secuelas, precuelas, reboots y remakes de películas huecas de acción o aventura. Claro está: no hay, realmente, una verdadera idea original allá afuera, sino las maneras en que diferentes representaciones y conceptos se entremezclan para dar un producto nuevo y atractivo como resultado. Y aún más lamentable que una voz artística destacada de las demás, sin influencia directa ni creativa de las grandes compañías, sea juzgada y vista con malos ojos solo por intentar decir algo diferente al molde y no seguir las reglas predecibles de la industria hollywoodense.

De esta manera, podemos contextualizar la magnífica (sobre analizada, odiada y desdeñada de manera gratuita) OLD (Viejos), la más reciente idea macabra de M. Night Shyamalan, luego de su fantástica Glass. Basada en una novela gráfica sueca, la nueva película toma una idea bastante sencilla y se permite desarrollarla como un thriller escalofriante a plena luz del día. Verán, las vacaciones de varias familias en una playa paradisiaca se vuelven el escenario de terror al ir envejeciendo cada miembro con más rapidez. Así, sin perder el tiempo, el desarrollo de la premisa se convierte en una demostración directa de los conceptos que quiere representar la película.

Old no es filme para nada sutil: sus diálogos expositivos explican la mitología de la historia sin mucha delicadeza y las reacciones de los personajes a cada situación se ven desde cierta exageración ante lo que les ocurre. Sin embargo, cada momento externo de la película viene con un sinfín de conceptos escondidos que no están escondidos del todo. Lo increíble aquí es que cada situación viene y va como el clásico chasquido que se hace cuando los eventos más importantes de la vida pasan sin que nos demos cuenta. De ahí que el desarrollo de los personajes está ligado a vivir (o solo dejar pasar) esos momentos clave de la vida. Queda claro que sus pequeñas viñetas de historia están supeditadas a esa metáfora inicial que pretende cumplir a cabalidad con la representación directa de los terrores hacia la vejez de la vida. Está clarísimo en el título: Old. Simple y con la visión claramente puesta en los miedos que las personas evitamos o decidíamos ignorar a como dé lugar. Pero más aún, no se trata solo de la vejez en uno mismo, sino del miedo a ver los hijos crecer y madurar y el terror de perder a cada madre o padre que, al mismo tiempo, también nos vieron cambiar en un santiamén. ¡No se le escapa detalle a Shyamalan!

Aquí, lo que eleva la película es el manejo de su cámara y movimiento ágil dentro de un lugar sin dinamismo aparente (es decir, un solo escenario). La colocación de cada persona en cada momento es clave para evocar las emociones de la escena. El juego entre lo que se muestra y lo que sucede fuera de la pantalla contribuye a que los aspectos de terror sean una clara interpretación del espectador ante lo que está sucediendo (pero no se está viendo). Las imágenes más grotescas aparecen solo si la historia lo requiere, mientras que los aspectos más sutiles se permiten suceder cuando el precipitado ritmo cambia y la madurez de la persona refleja la calma y madurez de la película (como la vida misma). Así, se da paso para que el dinamismo entre personajes sea el núcleo emocional que sostendrá la película durante su conclusión.

Entonces, aparece el giro narrativo o la sorpresa que tenía Shyamalan bajo la manga y abre el espectro de sus conceptos. Casi como sello de autor, la ampliación del mundo imaginado hace cierto comentario sobre la ética científica y culmina en un final que no me atrevo a contar aquí. ¿Que se desliga un poco del genial metraje que precedió a dicho desenlace? Sí. Pero no le quita fuerza a la tesis terrorífica planteada y a las ideas demostradas con tan magníficos movimientos de la cámara y plantación de la puesta en escena.

Al final, Old es película que hay que sentir. De esos sentimientos que evitamos durante toda nuestra vida y que preferimos ignorar hasta que chocamos con ellos sin darnos cuenta. Con la película, hay que dejarse llevar por el viaje metafórico y por los ángulos poco convencionales que Shyamalan logra para dar una experiencia visceral como pocas veces se ve en el cine. Más allá de verla como una idea original entre tantas recicladas, la recomendación para no perdérsela vendría de ese interesante reflejo que nos proporciona la historia sobre la vida que pasa en un abrir y cerrar de ojos. Brillante.

9/10