Aquellas maneras en que una historia conecta con su audiencia son variadas y se manifiestan diferente en cada ocasión. Entre el drama, la comedia o el terror, jamás se pensaría que el deporte mental por excelencia fuera a causar tanta emoción, pero lo lograron. Adaptada de la novela de 1983 de Walter Tevis del mismo nombre, Scott Frank, creador, guionista y director, nos trae la historia de Beth Harmon, una prodigio del ajedrez y la vida que lleva a partir del momento en que aprende a jugarlo. El resultado es The Queen’s Gambit, la más reciente mini serie limitada que produce Netflix y estrena este año, cuando la oferta parece ser solo de cantidad y no tanto de calidad.

Con atinadísimo ritmo, esta es serie que transcurre sutil, pero inesperada junto a su narrativa elegante y pulida. La muerte de la madre biológica de Beth hace que deba vivir durante años en un orfanato, mientras espera a ser adoptada. Al bajar un día al sótano del edificio, se encuentra con el señor Shaibel, el conserje, quien juega ajedrez y solo por insistencia comienza a enseñarle a la pequeña de nueve años. Una vez que el viaje de este personaje se pone en marcha, el desarrollo se ve marcado por acontecimientos que están en constante subversión de lo que el espectador podría sospechar. Cada punto de giro que toma la narrativa nunca está de la mano de los clichés esperados en una historia como esta.

THE QUEEN’S GAMBIT. HARRY MELLING, ANYA TAYLOR-JOY. NETFLIX © 2020

Porque mientras Beth crece y madura, la serie se transforma a la vez que sostiene ese ritmo mencionado y bien manejado. Todo en un balance perfecto entre el drama interno, el externo y la emoción inesperada por los juegos de ajedrez vistos en pantalla. Y es que pocas veces existe una emocionalidad tan bien llevada desde este deporte y que calce a la perfección con los diversos matices de su protagonista. Los sucesos de su vida son parte de la trama, pero sin perder nunca su esencia ni su objetivo de escalar cada vez más en el mundo del ajedrez competitivo. De ahí que la balanza entre conceptos de la serie se amalgaman sin problema: porque todas las ideas de la serie atraviesan las intenciones de Beth y en cómo ella reacciona ante el mundo en el que ha decidido habitar (mayoritariamente masculino).

Marielle Heller es la mejor madre adoptiva de Beth en The Queen’s Gambit. NETFLIX © 2020

En eso, las sensibilidades de una personalidad rota y llena de problemáticas desde su niñez son el refuerzo y lo que hacen de Beth un personaje tan vasto y complejo. Ella no es perfecta y lo sabe, pero sí sabe que quiere perfeccionar su juego y mantenerse ante el mundo exterior. Así, el espectador que no la apoya desde el inicio puede verse envuelto en sus encantos y emocionarse con sus logros una vez que se llega a los episodios finales. Hay un gusto especial por mantener el interés y dibujarlo a través de cada pequeña intención y decisión que el guion plantea para cada personaje. Claro, el sostén de eso está en la excelente actuación de Anya Taylor-Joy, las sensibilidad que logra transmitir solo con su mirada y aquellas emociones que pueda comunicar a través de sus silencios.Agréguenle a eso una clara visión de quién será cada personaje y las motivaciones que presentarán a lo largo de la serie.

Thomas Brodie Sangster y Anya Taylor-Joy en The Queen’s Gambit. Netflix.

En eso, la fotografía, formulada con muchísimo estilo a través de la dirección y la coloración de la serie, demuestra un mundo estilizado durante los años sesenta, pero uno oscuro y lleno de prejuicios para las minorías; y, aún más, logra demostrar el mundo interno de la protagonista, quien tiene su propia montaña rusa narrativa a lo largo de los siete episodios. Es la demostración de que el viaje será el de Beth, y es lo que nos envolverá desde su premisa, con el genial agregado del montaje, el cual hace tan emocionantes las partidas de ajedrez. Incluso, entre poco diálogo y concentración en esas partidas, la música de Carlos Rafael Rivera sostiene, mejora y acompaña las escenas y consigue realzar las secuencias narrativas sin que nada se sienta repetitivo. Fantástico.

Así, The Queen’s Gambit puede atrapar desde su inicio con la particular historia de esta niña, pero consigue deslumbrar una vez que los engranajes del relato se ponen en marcha y todas las piezas caen perfectamente en su lugar. No es que la serie haga un jaque a todas las demás estrenadas este año, pero sabe jugar el juego y planear estratégicamente su arco narrativo general. Mejor aún, se siente episódica, al cada entrega lidiar con temas y momentos específicos en la vida de Beth, como si fueran relatos aislados y ella nos estuviera contando sus experiencias y cómo se fue sintiendo mientras conocía más gente y se volvía más importante en su propio mundo.

Beth no puede distraerse de su juego para poder ganar. Netflix.

Al ser historia de crecimiento y madurez, queda la memorable reflexión de siempre pensamos que estamos solos en esta vida, sin recordar que las personas que nos rodean y rodearon son las que nos hacen quienes somos el día de hoy; fuera que nos trataron mal, nos rechazaron o abandonaron, todas dejan huella. Entonces, por más que puedan quedar olvidados en el camino, aquellos amigos que nos apoyaron son el mejor recuerdo y sostén que puede quedar junto a un recuerdo feliz. Es la compañía que le hacemos a Beth y le seguimos la pista a las acciones que puedan llevarla hacia una victoria satisfactoria al final de su viaje. Eso sí, teniendo siempre presente que son solo recuerdos formadores y que la gran aventura de la vida está en el siguiente —gran o pequeño— paso que podamos tomar.

Entrevista con el compositor musical de la serie, Carlos Rafael Rivera, aquí.

The Queen’s Gambit se encuentra disponible en Netflix.