Cuando estrenó, los increíbles matices de terror y fe en The Witch sorprendieron a más de uno —yo incluido— (y aburrieron a más de dos). La subversión de un género por mostrar horrores humanos y sobrenaturales colocaron a Robert Eggers en la mira de cualquier cosa que fuera a hacer en el futuro. No podía faltar un alto grado de emoción por ver qué saldría de su segundo esfuerzo creativo; y parecía no defraudar entre tanta bulla y admiración por lo que había conseguido en festivales y con la crítica. Había que verlo para creerlo.

En The Lighthouse, no queda de otra más que dejarse llevar por su atmósfera y e increíble puesta en escena. Desde un cuidado por el diseño del sonido que sirve como constante advertencia de lo que vendrá, hasta el cuidadoso trabajo de restringida iluminación que da paso a un excelente manejo del blanco y negro como pocas películas merecen tener. Es ahí que el trabajo del equipo que reúne Eggers sostiene cada plano de la película como si tuviera que verse analizado por sí solo (encerrados en un cuadrado que asemeja la estrechez misma del faro). La colocación de los encuadres sugiere procesos en imágenes de una curiosa belleza grotesca.

Encuadre ominoso de Williem Dafoe and Robert Pattinson. A24 Pictures

Sin embargo, la calidad de esa construcción visual no termina de sostener la historia que pretende contarse aquí. Pensado como otro relato folclórico de la historia estadounidense, la idea de la locura por la soledad no termina de cuajar en el supuesto tiempo estimado en el que los dos personajes conviven solos. Muy subrayado está el tiempo de meras cuatro semanas varados en la costa desolada, pero poco orgánico se siente ese supuesto descenso hacia lo demencial, que termina en meras imágenes esquizofrénicas sin gusto por lo sutil. Más bien, parece solo un desenfreno de licor y desconfianza por el entorno en el que existen los personajes.

Más allá de encontrarle diferentes significados e interpretaciones a través de las imágenes sugestivas y bien colocadas, The Lighthouse parece que solo pensó en crear subtexto sin diseñar por completo su texto. Si bien el duelo histriónico convence al espectador (con dos excelentes actuaciones protagonistas), los diálogos no terminan de sentirse profundos ni coherentes dentro de su propio universo. Pareciera que llevan un ritmo adecuado, pero que solo son balbuceos sin sentido entre dos borrachos encerrados en una cabina. De ahí, resalta la falta de un aterrizaje de conceptos concretos entre lo que se ve y lo que se muestra. Si lo que quería Eggers era acentuar una idea de poca cordura, sus imágenes tienen demasiado control como para sugerir que todo se trate sobre un eventual descontrol.

Robert Pattinson, The Lighthouse. A24 Pictures.

Su genial alegoría final solo sucede y ya. Y por más que trate de convencerme, ahora, de cierta lectura —que se me ocurre atribuirle mientras escribo— solo surge de ocurrencias a través de las acciones representadas, no tanto de ideas claras que vengan del filme mismo (lo cual abriría el interesante debate de si la “intención del autor” debe estar presente y si será válida a la hora de analizar una obra terminada).

Con todo, la paciencia con la que The Lighthouse lleva su primera hora es refrescante, atinada y digna de ver. Sin embargo, no hay un punto medio que demuestre una transición merecida hacia la inevitable locura que sugiere desde un principio; solo llega y ya. Esa desconexión va de la mano de los objetos dentro del filme como elementos narrativos: la figurita de una mujer, la bitácora, los desechos humanos en ollas y la gaviota amenazadora se sienten gratuitos dentro de la colocación de escenas que deberían llevar a algo, pero nunca sucede. Entre sueños de tentáculos y delirios de sirenas, la reiteración de secuencias lleva a un cansancio de la atmósfera, de la cual, minutos antes del final, solo se quiere escapar. La demostración de la decadencia no sucede con la naturalidad con la que el filme pretende llevar toda su concepción.

Willem Dafoe, The Lighthouse. A24 Pictures.

Si bien Eggers me conquistó profundamente con su primera película, lo hizo a través de ideas claras y concisas de una historia bien articulada y ciertamente terrorífica. Aquí, la tierra y el barro solo son diluidas por el tempestuoso mar mientras intento encontrarle el punto a la narración que The Lighthoue pretende darme. No termino de aferrar con sentido el sinsentido de la película. Tal vez, esa era la idea, pero ¿por qué presentar una historia de innumerables aparentes significaciones si aquí ninguna termina de desarrollarse completamente? Creo que es señal de superficialidad disfrazada en un falso sentido de profunda interpretación. No vaya a ser que las gaviotas se comieron las entrañas de la “peli” y solo quedara su bien pulido cascarón.

Espiral hacia la locura. A24 Pictures.

6/10