Las segundas temporadas –luego de primeras tan aclamadas– siempre son difíciles de lograr bien. Por un lado, pueden repetirse mucho en los aspectos que hicieron popular la serie (dejando un aire de poca innovación o falta de nuevas ideas); o, por otro, podría resultar solo en malas decisiones y plantear las historias con aspectos muy exagerados. Por suerte, el caso de Sex Education no es repetición, sino confianza en lo que cuenta y en el estilo que adoptó desde un principio para contarlo, llamativo y apropiado para lo que quiere reflejar. Esa confianza se nota en cómo cada episodio es construido para centrarse en un tema y profundizar en los arcos narrativos de sus personajes (todos y cada uno de ellos), al mismo tiempo que avanza la trama y divierte con su agradable humor.

Otis y Eric de campamento con el padre de Otis. Netflix.

Porque, ante todo, y queda confirmado con esta segunda temporada, Sex Education es serie tremendamente coral. A la hora de idear el seguimiento de las historias, los escritores deben pensar en las dinámicas que tendrán los personajes, porque la interacción entre todos es vital para entender los temas en los que buscan adentrarse. Las amistades o riñas, o encuentros y desencuentros, pueden explorarse con libertad por la naturaleza explosiva y hormonal de los adolescentes. Súmenle a eso el compromiso actoral por parte del elenco a la hora de explorar las características y relaciones con sus personajes. Buenísimos todos.

Así, entra el segundo año de la serie y ya no hace falta conocer a los personajes, sino que los saludamos y les seguimos la pista para saber qué acontecerá en sus vidas. Los problemas propios de las nuevas relaciones, las viejas dinámicas que quedan un poco olvidadas y regresos peligrosos de familiares ausentes. Con eso, nuevos riesgos comienzan a surgir y la serie se atreve a explorar temas más delicados, pero siempre relacionados con las vidas de sus personajes y cómo eso les afectará de manera interna y externa. El buen manejo –a nivel narrativo– de Aimee y su desagradable encuentro en el bus es el ejemplo perfecto de la introducción orgánica de un tema tan delicado, pero siempre enfocado hacia la respuesta emocional del personaje. Increíble.

Aimee y Meave denuncian el acoso que recibió Aimee en el bus. Netflix.

Un agregado y exploración que se agradece es el papel de los padres y madres del elenco principal. Porque las frustraciones emocionales y el desconocimiento general tiene que venir de algún lado. Es fascinante que se reconozcan los errores de las personas adultas, o que simplemente se muestren como reflejo de la formación y educación de los hijos, lo cuales son los protagonistas que vemos equivocarse, frustrarse, pero seguir adelante ante la vida que les espera. Claro está, las resoluciones emocionales se sienten puestas con facilidad porque se debe llegar a una moraleja clara dentro de la corta temporada de ocho episodios (en especial, Jackson y sus mamás); sin embargo, la economía de la narración es parte del ADN de la serie, que siempre busca ser lo más dinámica posible.

Lastimosamente, durante el último episodio (full spoilers a partir de aquí), un par de decisiones creativas no terminan de convencerme en un nivel conceptual, en especial porque son pequeños cambios que anuncian una tercera temporada con enredos más melodramáticos de lo esperado. Para una serie que se caracteriza por constantes enredos entre personajes y las cosas que no se dicen unos a otros, el supuesto embarazo de la doctora Jean y el enredo con el celular de Meave y el mensaje de voz de Otis son giros que no terminan de sentirse orgánicos ni para el ritmo que ya llevaba la serie. Sobre todo porque resultan en una manera un tanto artificial de complicar las dinámicas que parecerían parte de un tercer regreso de la serie.

La relación entre Ola y Lily evoluciona para ser mejor de lo que parecía. Netflix.

A pesar de eso, conforme habían pasado todos los episodios de la temporada, cada momento se sintió parte de un plan que tendría un merecido final una vez que todas las historias tuvieran que llegar a su momento de mayor tensión. Mientras tanto, solo el hecho de pasar tiempo en pantalla con los personajes es suficiente para disfrutar al máximo los eventos propios del universo interno de la serie. Eso sí, siempre sutiles y apropiados indicios del espectro tan amplio de la sexualidad humana. Sin importar qué los caracterice físicamente, o qué tipo de problemas tengan (u ocasionen), las emociones y las alegrías serán sentidas por todos.

Isaac es el nuevo personaje que no se trae nada bueno entre manos. Netflix.

Al final, Sex Education no pierde su esencia ni su variada paleta de colores (siempre tan brillantes) que reflejan las mil maneras en que se manifestarán los gustos y orientaciones sexuales del mundo. Dejando los tabúes perdidos en el bosque, son las emociones fuera de eso lo que la eleva por encima del promedio. Entran en excelente balance: la caracterización y detalle a las historias individuales de los personajes (sean familiares, de amigos o de pareja) y los cuidados arcos narrativos con sus deseos, dudas y preguntas sexuales como parte inherente de cada personalidad. Es televisión de la buena; para reír, disfrutar, sufrir y, sobre todo, para leer entre líneas la lección tan profunda que plantea de tremendo respeto y aceptación por las demás personas y hacia nosotros mismos.

Sex Education tiene dos temporadas disponibles en Netflix.