Hay que dejar algo claro: The Politician no es buena serie. Dentro de su increíble rápida e hiperactiva narrativa, los personajes apenas parecen personajes, las maneras en que se intentan desarrollar quedan olvidadas luego de los episodios que pretenden profundizarlos. Entretanto, sus intenciones son didácticas y condescendientes, como mínimo; los personajes solo hablan en monólogos moralmente correctos mientras ellos son figuras cínicas sin perdón.  Y los giros argumentales parecen salidos de una sesión de ideas alocadas de las cuales TODAS son utilizadas en el corto tiempo de siete episodios. Pero The Politician es una de las series más entretenidas de ver en todo el año.

The Politician, de NETFLIX © 2020

Luego de una interesante primera temporada, la promesa asegurada de que una segunda vendría más afilada y con más garras llegó más rápido de lo que se esperaba. Esta vez, con dos veteranas de la actuación, la increíble Judith Light y la inigualable Bette Midler. Ellas se sumarían a la premisa inicial de seguir a un equipo estratégico mientras lleva una campaña política; esta segunda vuelta, veríamos los dos lados de la moneda. Se trataría de un co-protagonismo con Ben Platt, quien le da vida a Peyton Howard, joven cínico que haría lo que fuera por ganar la elección. Las actuaciones de estos tres protagonistas (y algunos de los secundarios) ya puede ser razón suficiente para ver la serie. Me atrevo a decir: no hace falta ver la primera temporada para entender la gran mayoría de la segunda.

Judith Light y Bette Midler en The Politician, Netflix.

Y es que el estilo parece ser el de concentrarse en una campaña por temporada, dejándolo como enfoque único pero con los mismos personajes. Una idea interesante de mantener con un elenco estable, pero con la facilidad de contar historias contenidas con una sola campaña política a la vez. Así, los dilemas morales, éticos y personales de los personajes se mueven con las intenciones que los escritores quieren dar a entender para la temporada. No se trata tanto de encontrar un concepto cohesivo para el grupo de episodios, sino de representar (plot twist tras plot twist) las locuras que suceden en el mundo de la política y cómo no deberían manejarse ciertas situaciones. Una manera de decirle al mundo qué está mal con ese mismo mundo.

The Politician quiere educarnos a todos; quiere ser la serie que presente los tonos de grises más imparciales que deberían existir en la política. Esta es serie que pretende vivir en la fantasía en la cual todos se llevan bien al final, incluso luego de tener los intercambios más nefastos y las revelaciones personales imperdonables. Las ideas de un montón de personas horribles, traicioneras y terriblemente egoístas que terminan amándose y abrazándose, porque le es imposible a Ryan Murphy no enamorarse de las dinámicas que tendrían los actores que interpretan a sus personajes si se amaran al final del día. Y eso sucede aquí, sin mucho matiz, porque todos son personajes caprichosos del —terrible— trío escritor que conforma sus ideas desde que se unieron creativamente en Glee.

Maquinaciones entre veteranas políticas significa escenas geniales entre veteranas actrices. The Politicia, Netflix.

En The Politician, cualquier indicio de crecimiento de personajes se devuelve para dar paso a la trama política y sus constantes revelaciones (unas, inesperadas; otras, predecibles). Eso, de manera curiosa, le da un ritmo incansable, el cual mantiene el interés por lo que vaya a suceder. Sin embargo, parece ser lo único que importa en ciertos momentos, hasta que forzosamente se presente una resolución de los conflictos planteados en uno o dos episodios. Es un constante estire y afloje de situaciones alocadas e intentos de profundización que no queda ni en buen panfleto ideológico.

Ante todo, su terrible estructura y absurda manera de exagerar a las figuras que la protagonizan envuelven al espectador en sus ilógicas vueltas de la narrativa. Su fotografía muy iluminada y música juguetona y efectiva hacen mucho más fácil la maratón de sus —pocos— episodios. Ahí, la caricaturización de sus personajes viene de diálogos enclenques pero a través de la pronunciación de ellos por tres amaestradas actuaciones (las demás, podrían mejorar). Lo impensable se vuelve real, y esa realidad es solo una pincelada de lo posible entre los egos y personalidades que apenas caben en ese mundo exagerado y lleno de mentiras que quieren —y fallan en— tener matices.

El elenco de The Politician durante el plot twist más ridículo de toda la temporada. Netflix.

The Politician hasta consigue demostrar un concepto interesante (de manera súper educacional) entre la moral, la ética y aquello que debería hacernos feliz primero, sin complacer a los demás; y, de ahí, en cómo ese egoísmo positivo puede convertirse en algo terriblemente tóxico o de inmerecida imposición. Lástima que eso no es una conceptualización constante de la serie, o que fueran ideas que venían de la primera temporada, que resultó un tanto más “oscura” que esta. Al final, resulta un riquísimo entretenimiento ligero, hueco y mal estructurado que deja pasar las horas más rápido y proveer un poco de distracción en tardes lluviosas de encerrona. ¡Hasta la siguiente campaña!