Es una bocanada de aire fresco que las historias conocidas encuentren tratamientos propios de la actualidad, en conjunto con las partes más ingeniosas del cine. Sucede cuando los temas y conceptos se entrelazan a la perfección con la convicción de presentarlos a través de la mejor manera que calce con ellos. Una manera de elegir cierta emoción que surge de la realidad y llega a presentarse ante el mundo con los ojos de una narración, como parte de las huellas que dejan los movimientos sociales; de ahí puede salir buen cine.

Cumple a cabalidad, dentro de sus propias reglas y planteamiento de mundo, The Invisible Man, la nueva adaptación contemporánea de la historia de 1897, escrita por H.G. Wells. Esta vez, la re-imaginación viene de la mano de un suspenso intenso y punzante, un sutil relato de ciencia-ficción y de comentario feminista como pocas veces se ve en cine. La curiosa mezcla de géneros solo parece forzada cuando se lee; sin embargo, hay que ver para creer cuando esta película logra sostenerse entre forma y contenido.

Universal Pictures

La película plantea una premisa sencilla: sobre la huída de Cecilia (una Elisabeth Moss fantástica) de la casa de su novio, quien es abusivo y controlador. Luego de creer que está muerto, mientras los abusos continúan sin una presencia física visible, los claros sucesos entre suspenso y anticipación le dan la atinada complejidad al arco narrativo de la protagonista. Con eso, no es desconocido que los giros y momentos de tensión serán parte del ADN de la película, pero es la manera en que el director, Leigh Wannel, enmarca cada una de las escenas. La visión del también escritor del filme permite que los espacios vacíos (o en negativo) de los encuadres tengan su propia personalidad; por más que no se vea nada en la imagen, la sospecha de la protagonista se vuelve la certeza del espectador. Al mismo tiempo, la cámara casi tiene vida propia y no se sabe a quién va a apoyar cuando se trata de mover, enfocar y posicionarse. Brillante.

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Así, The Invisible Man transcurre con un ritmo pausado, pero sin aburrir ni un solo segundo. El avance de los acontecimientos es parte de un lento crescendo del cual se forma la atmósfera de inestabilidad y sorpresa. Porque no hay momento que el guion no se arrincone solito dentro de su propia trama, pero entre sus giros y sorpresas consigue seguir adelante de manera orgánica. Ahí, ayudan a completar la ecuación la genial música y el ingenioso diseño de sonido, aspectos que completan la experiencia visceral de la película.

Lo mejor es que no se trata solo de una reescritura de un concepto demasiado conocido; más bien, resulta en un ejercicio de adaptación sobre lo clásico y hacia una lectura de aquellos sentimientos de duda y certeza hacia las personas que rodean nuestra vida. La sensación de invisibilidad viene de una amenaza que acecha, los allegados que pueden traicionar; pero, sobre todo, aquellos agentes externos de la peor casta que siempre se salen con la suya. El clímax de la película no se siente de golpe, sino como un alivio sutil, un poco macabro y que crece poco a poco. Esa manera de concluir la película viene de una necesidad de cerrar la historia de estos personajes sin confiar en nadie más que en ellos mismos. El epílogo funciona mejor que nunca en esta historia.

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Con la falla pequeña —pero significativa— de no desarrollar o aprovechar por completo a sus personajes secundarios, The Invisible Man, de todas maneras, se sostiene con calistenia por la fuerza histriónica de su actriz principal, los geniales trucos de cámara que consigue encuadrar el director y su atinadísimo subtexto contemporáneo (—ella tiene la razón, no hay que darle tantas vueltas al asunto—). Incluso, se merece el comentario sobre la traición y ayuda de la tecnología con el hilo de ciencia-ficción que enmarca los bordes de tan genial construcción de historia de suspenso.

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Entre tanto, la emoción y experiencia que pueden sentirse al ver esta película en pantalla grande no tienen comparación. Ojalá y vayan con un grupo de amigos para que tengan anécdotas que contar por palomitas derramadas o gritos inesperados con los giros de la historia. Pocas veces el género thriller consigue entregar una «peli» (¡incluso reciclada!) que se sienta fresca, entretenida, sólida técnicamente y con algo más (relevante e importante) que decir fuera de la suspensión de la incredulidad necesaria a la hora de verla. De mi parte, con mucho entusiasmo, les aseguro que no se arrepentirán de ir a ver The Invisible Man.

8/10