No hay nada más satisfactorio para un cinéfilo que encontrar diversión en el análisis de una buena película. Más aún, encontrar frescura e ingenio entrecruzados con las partes que subviertan características conocidas para construir una historia. Con lo difícil que eso puede resultar en la práctica, Rian Johnson lo hace parecer demasiado sencillo en su fantástica original comedia Knives Out. Salido de su controversial intento de refrescar la saga de guerras estelares, Johnson logra, luego de años de planificación, filmar y estrenar la mejor película del 2019.
Planteada como un whoddunit (resolución de un asesinato misterioso), Knives Out comienza sin salirse mucho de los planteamientos conocidos de una historia de misterio, solo para desafiarlos como nadie pensaría que sucedería. Curiosamente, lo hace de manera ingeniosa y con cuidado por los detalles que vayan a ser significativos más adelante en su metraje. Conforme avanza, la película muestra los posibles escenarios de una investigación policial (a la altura de Agatha Christie y de Sherlock Holmes) y se atreve a darles vuelta para desenmascarar a más de una persona involucrada en cometer crímenes: toda la familia.
Pero no viene solo con un buen cascarón, detallado y minuciosamente planificado. Sus conceptos van de las relaciones familiares, a las ineptitudes de la policía y hasta un comentario incisivo y punzante sobre la diferenciación de clases y cómo eso determina el papel de las personas en la sociedad. Es desarrollo de historia y revelación de capas de significación entre buenas sorpresas y bromas astutas. Es más, Knives Out podría ser una de las películas más relevantes para la sociedad estadounidense. Todo lo que representa y aquellas incómodas hipocresías que los caracterizan representadas en personajes bien definidos y llenos de ironía.
Con eso establecido, solo queda admirar la construcción narrativa y lenguaje cinematográfico que filma Johnson. Desde pistas entrecruzadas que aportan al aspecto juguetón de la película hasta escenas con profundidad de campo inteligente, que demuestra el poder de la imagen para contar una historia como esta. Además, no se queda del lado muy serio de las cosas: demuestra que historias así tienden a ser absurdas y más aún si están involucradas personas de enormes egos y fortunas. Uno de los puntos altos de la película es ver las dinámicas en pantalla del brillante elenco que fue contratado. Ni qué hablar de los protagonistas inigualables: Ana de Armas y Daniel Craig.
Entonces, sin olvidar ni un solo detalle y con actuaciones de primer nivel (exageradas, aprovechadas y demasiado apropiadas para la película), Knives Out se corona como el logro cinematográfico del año. Esta es película entretenida, que sorprende con cada giro narrativo, asombra a nivel de imagen en movimiento y sostiene una historia ágil, fácil de ver, de tintes jocosos e inesperadamente afilada. Nunca pierde de vista lo que es ni lo que quiere decir, y termina siendo más de lo que se propone y más profunda de lo que cualquiera pensaría que puede ser. El caso queda cerrado, y ojalá este filme nunca quede olvidado.