Por Jorge Arturo Mora
Esta es la primera de tres entregas sobre las adaptaciones de Bob Esponja al cine, como retrospectiva previa al lanzamiento de Bob Esponja: Al Rescate (2020).
Recuerdo muy bien ese 2004. En los cines del país había grandes pancartas con imágenes de Patricio y Bob Esponja con una explosión a sus espaldas, una imagen que nada le envidiaba a los carteles promocionales deMisión Imposible.
Eran distintos entre sí. Algunos decían DRAMA en mayúsculas, otros COMEDIA, algunos ROMANCE… La campaña prometía que Bob Esponja: la películacontenía todos los géneros imaginados, como una parodia que yo, a mis ocho años, no podía comprender del todo, pero que emocionaba como ninguna otra cosa.
Bob Esponja fue mi gran compañía durante la infancia. Al comienzo de la serie, me negaba a ver otros programas del momento como muestra de mi fidelidad a Fondo de Bikini. Incluso, cuando Nickelodeon hacía votaciones y Bob perdía frente a un Invasor Zim (por situar un ejemplo), me enojaba al punto de prohibirme ver la otra serie que le había ganado a mi amigo amarillo.
Fue una afición larga y tendida que quedó demostrada en las repletas cajas de juguetes de Bob y Patricio que regalé en mi adolescencia. Había colecciones increíbles, desde una versión de Hot Wheels hasta las ediciones especiales que Burger King lanzaba cada cierto tiempo.
Todavía hoy recuerdo que de todo ese éxtasis hablaba en un sitio web que yo solito me creé a escondidas de mi familia. Había descubierto un maravilloso foro en línea con gente de toda Hispanoamérica (Foro Esponja creo que se llamaba), quienes me motivaron a crear mi propio dominio, cuyos remanentes aún se pueden ver en paginaesponja.es.tl. Fue toda una comunidad.
Aún así, nada se compara con la ilusión de entrar a una sala oscura a ver al amigo con el que pasaba tarde tras tarde en Nickelodeon. Ver la película en el cine fue asumido con un halo religioso.
Cuando salí del Cine Magaly una vez acabada la proyección, me encontraba en éxtasis. No podía creer lo que había visto. Años después, cuando la cinta llegó a la tanda del domingo por la noche de Teletica, la emoción estaba intacta.
Bob Esponja: la película significó para mí un sueño. Era la gran aventura que había fantaseado, pues la serie llevaba ya tres temporadas al aire funcionando como una comedia de situación, pero nunca había trazado una aventura “dramática” y de un aliento mucho más largo a los usuales veinte minutos de buenas boberías en televisión.
La historia de la película era simple: Plankton echa mano del último de sus planes para hacerse con la fórmula secreta de la Cangreburguer. Es su última oportunidad, así que tira todo al asador en una estratagema que incluye plantar un engaño al mismísimo Rey Neptuno, para que así crea que Don Cangrejo ha robado su adorada corona. Al rescate irán Bob Esponja y Patricio y, de no recuperar la corona en la desconocida Ciudad Almeja, Don Cangrejo morirá.
Así me di cuenta que esta aventura era en serio. Ya no se trataba de ir a jugar con los anzuelos o visitar una Comic Con de medusas; ahora ambos personajes estaban metidos en grandes ligas, y si la misión (casi imposible) no se cumplía, no habría vuelta atrás. Nada volvería a ser lo mismo.
Ese sentimiento de ultimátum es el que me hace elegir Bob Esponja: la película como el mejor de sus largometrajes. El propio Stephen Hillenburg, creador de la serie, también tiró todas las cartas a la mesa pues consideró que, sin importar cuántas más temporadas aparecieran en televisión, esta cinta significaba el final del universo esponja.
La decisión la tomó después de un año de seducciones de parte de los ejecutivos de Nickelodeon, que bien sabían el arrastre que generaba la serie en el mundo. Hillenburg sabía que, después de tres temporadas, no había demasiado por contar en la serie, así que dejó atrás sus pensamientos sobre una cuarta temporada y comenzó a tantear en post-itla gran aventura final de sus personajes.
Hillenburg ya había demostrado que sus locuras eran bien recibidas: un cangrejo padre de una ballena, un mar donde se producen incendios forestales, piscinas vacías y hasta una playa que requiere un salvavidas ante la amenaza de ahogo… Las libertades creativas, más que un lujo, eran un mandato para una serie cargada de humor absurdo.
En esos paisajes de fondo acuarela y risas subacuáticas, siempre nos mostraron a los dos mejores amigos de la vida como eternos niños. No es que Calamardo, Arenita y Don Cangrejo fuesen los más maduros del universo, pero sin dudas las jugarretas de Bob y Patricio se encontraban en otras ligas.
Por esa misma razón, Bob Esponja: la película se concentra en sus dos principales protagonistas, los que siempre han sido unos pequeños come helado, que juegan como niños en un mundo de adultos. Esta historia se trata sobre ellos y lo que representan sus personalidades.
El largometraje los confronta con su identidad, con sus risas infantiles y con su mirada de mundo. Y está bien. La película, además de ser una road movie, es un coming of age en el que las reglas se cambian. Usualmente, las historias que enfrentan a sus personajes con el mundo adulto tienden hacia una misma dirección: el dolor que involucra dejar una vida para siempre.
Pero la cinta de Hillenburg se toma el atrevimiento (como siempre hizo en televisión) de enviar otro mensaje, uno que funciona como una invitación para enorgullecernos de nosotros mismos… Crecer no involucra olvidar quiénes somos.
Y por eso gritamos ser un cacahuate por más descabellado que sea. Qué importa si Hillenburg perdió la cabeza en ese tracto final en el que David Hasselhoff se burla de sí mismo; Bob Esponjasiempre creyó en el espíritu de ser niño y cómo no se necesita más para ganarse al mundo con la mano. Puede que baste gritar lo suficientemente fuerte una canción que nunca olvidaremos para romper los baldes más duros que el mundo adulto nos ha implantado en nuestras cabezas.