“I wanna own my own book.”

Desde que se descubrieron las adaptaciones de libros cultos y/o populares en el cine (allá en 1908), el ejercicio de trasladar la palabra a la imagen era visto como el proceso en el que el cine al fin se transformaría en arte. Era la manera en que las grandes historias literarias se verían representadas y proyectadas en la pantalla. Fue, en ciertos lugares, la “elevación” del invento. Hoy, como ejercicio de trasladación, la adaptación podría reconocerse como un arte en sí mismo (una nueva creación, básicamente). La persona curiosa —y hasta atrevida— que quiere utilizar elementos ya ideados en un nuevo contexto o cambiar algún final para hacer la cosa más contemporánea. Cualquiera que sea el caso, una adaptación —bien hecha— a veces puede tener hasta más que decir que su fuente original.

Entra, entonces, la nueva y mejorada versión del clásico literario de Louisa May Alcott, Mujercitas.

Al verla, la Little Women de Greta Gerwig es claramente el replanteamiento de la historia que ella quería ver y hacer; la nueva exploración cinematográfica de lo que significan las vidas de Jo, Meg, Beth y Amy para la directora en papel de adaptadora. Este es filme de diversas y profundas significaciones alrededor de una historia conocida por muchos, por conocer para otros, pero innovadora para todos. En manos de Gerwig, el relato de las cuatro hermanas le permite hacer el implícito comentario sobre ella misma y el reflejo de sus personajes como mujeres que son y cómo las circunstancias cambian, pero la esencia se mantiene en muchas más maneras de las que creemos. Esta es película inmensa, cálida y de muchísimo corazón.

Meg (Emma Watson), Amy (Florence Pugh), Jo (Saoirse Ronana) y Beth (Eliza Scanlen). Sony.

Con solo otro trabajo en su haber como directora (la obra maestra, Lady Bird), Greta Gerwig decide darle el acercamiento ideal a la historia de “Mujercitas”. Esta vez, como si funcionaran igual que recuerdos, las escenas pasan como estrellas fugaces mientras se desarrollan con adecuada naturalidad. La relación orgánica entre las hermanas es el núcleo emocional de la historia y Gerwig las respeta como personas diferentes mientras les concede el espacio para crecer de manera grupal e individual. Porque esta es historia de perspectivas, en cómo las circunstancias definen personalidades, pero cómo cada persona tiene su propia voz en este mundo.

La sutileza con que Little Women maneja sus temas es parte de la personalidad del filme. Cada movimiento de la cámara es una danza; cada diálogo que se dice está en sincronía con la imagen y con las personalidades de los personajes; cada corte que salta de un tiempo al otro es la brillante manipulación del tiempo en términos de maestría cinematográfica. Ahí, ese tiempo (diferenciado, pero unificado) funciona como el recuerdo y sostén de la historia que busca mostrar las memorias de felicidad y de nostalgia pura. Mientras que un pasado más alegre brilla con los rayos del sol, el presente (o futuro) sucede entre sombras y una imagen más clara, como si fuera imposible de escapar. Junto a eso, la profundidad de campo desarrolla a los personajes secundarios y los pequeños diálogos sugestivos expanden las historias más allá de lo que nos muestra la perspectiva de la película. Al filme no le hace falta salirse de su núcleo argumental y emocional. Nos lo cuenta con cuidadoso detalle, entrecruzado con sus increíbles vestuarios y melodiosa música.

Las historias más importantes son aquellas que se cuentan, porque así es como se les confiere importancia. Little Women, de Sony.

Entre tanto, la sensibilidad de las imágenes deja que las fabulosas actuaciones calcen a la perfección con las ideas que se plantean. No hay cabo que quede suelto ni concepto que no sea explorado más allá de lo que debería. Las emociones traspasan la pantalla y cada escena es un momento en la vida de estas mujeres que simplemente están ansiosas por vivir. Los paralelismos entre secuencias son sutiles, pero suficientemente poderosos como para evocar las sensaciones que permitan dar con las ideas exploradas con profundo respeto por los contextos y por las circunstancias específicas de las mujercitas.

En cierto momento, la película misma sugiere que ya los grandes autores existen y son recordados como clásicos, a lo cual Greta responde: ¿por qué no encontrar una nueva voz, propia y diferenciada, y dejar que se manifieste? Así es como los últimos diez —maravillosos— minutos de Little Women transcurren: con la clara idea de que todo lo que había sucedido puede ser un recuerdo de una realidad o de una ficción que existe en una memoria, pero son parte de la historia de alguien que sobrevivirá por contar lo que quiso. Y si el final es el que quería la editorial, queda el consuelo de que fue bien remunerado.

Saoirse Ronan y Timothée Chalamet, de actuaciones excelentes en Little Women. Sony

Al final, Little Women es uno de los ejercicios más ingeniosos y respetuosos de adaptación que he visto en mucho tiempo. El ejemplo perfecto de que hay que hacer lo que nos gusta, sin importar lo que los demás piensen. Un filme que recupera la esperanza de los mejores momentos y captura la tristeza de los no tan buenos (pasados, presentes y futuros); les encuentra el balance perfecto y de la manera más innovadora posible. La película sabe que las historias más pequeñas (y que parecen poco importantes) son aquellas que más vale la pena contar, porque así es como se les conferirá la importancia que merecen. Resulta una teoría del recuerdo y de que todo puede verse mejor a través de una historia, con la certeza de que un pequeño acto de generosidad puede hacer la diferencia.

10/10